Todos nos estresamos por cosas de las que no somos causantes ni depende de nosotros resolver. En Go a menudo me frustraba porque mi oponente estaba “jugando mal” pero me ganaba, y en Wing Chun creía que ya sabía todo. ¿Te tomas todo muy a pecho y sufres? ¿Estás gran parte del día de mal humor y no te das ni cuenta? ¿Ciertas personas no tienen nada que enseñarte? No estás solo, es algo muy normal y una fuente continua de preocupaciones, frustración y malestar y que a través de ti puede llegar a afectar a la gente que aprecias. Si quieres profundizar en este tema, relacionarlo tanto con tu vida como aficiones y leer algunos consejos ¡bienvenido!
La frustración y la satisfacción del deber cumplido
Pocas cosas hay más satisfactorias que tener la conciencia tranquila.
Para ahorrarnos muchas frustraciones hay una receta, como todo lo bueno simple pero nada fácil de poner en práctica porque requiere esfuerzo continuado. Debemos primero identificar esos asuntos que no controlamos directamente, hacer lo que podamos dentro de nuestro alcance y aprender de ellos:
Busca e identifica
- Identifícalo: esto no debería ser muy difícil, algo que depende de ti es que tu jefe te encargue un informe o en Go el saberte o no una determinada secuencia. Pero en la mayoría de las situaciones hay más personas involucradas: desde algo tan doloroso como que alguien querido esté enfermo a algo tan irrisorio como un enfado porque la otra persona no actúa como creemos que debería. Ambos escapan a nuestro control. Mediante la empatía e inconscientemente podemos ponernos en los zapatos de esa persona que es la fuente involuntaria de nuestra frustración. Desde entender el dolor físico o psíquico que siente alguien que hace que se comporte de forma desagradable con nosotros pasando por algo muy chino como no querer quedar por debajo de otras personas —Miànzi 面子 “cara”, concepto del que ya hablaremos—.
La partida está casi terminada, vas ganando pero tu oponente te invade a la desesperada, tú por supuesto te pones nervioso, pierdes y coges un cabreo monumental, ¿con quién? con él por hacerlo, claro.
Esfuérzate
- Haz tu parte lo mejor que puedas: que no podamos controlarlo o solucionarlo no quiere decir que no podamos hacer nada. Siempre queda el escuchar a esa persona que lo necesita, muchas veces no precisan de los mil consejos que queremos darles —y que seguramente no seguirán—. O ese compañero de tu oficina que nunca responde tus emails, lo que hace que te retrases una y otra vez para al final tener que llamarle de mal humor. Si nos cuesta tanto cambiar nuestros hábitos mejor no contar con cambiar los de otro. Hazlo lo mejor posible y encuentra una forma alternativa de hacer lo que quieres hacer. ¿Y por qué no hacerlo por las malas y decírselo a su jefe? Total él se lo ha buscado, ¿verdad? Sí, puede que funcione, pero siempre que puedas busca un beneficio mutuo, si no puede que en el futuro te la den de vuelta. El de karma es un concepto interesante que aunque no creamos en él es muy útil para guiarnos. Si nada de esto funciona aprende a dejar ir, no depende de ti y no puedes hacer nada, ¿de qué te sirve el preocuparte? Y esto se puede entrenar.
No juzgues y espera mucho de muy pocas personas.
Aprende la lección
- Aprender: siempre hay que aprender. Nunca podemos estar seguros de por qué se comporta alguien de una determinada forma, y no es bueno dejar volar la imaginación para averiguarlo. Al igual que nuestra empatía nos permite convivir con el resto, si la usamos más de la cuenta y para más de lo que está preparada puede dar “falsos positivos” —un gran libro sobre esto es “Mindwise: how we understand what others think, believe, feel and want” de Nicholas Epley—, esto es, creer las historias que nosotros mismos inventamos o creer que el resto piensa y siente diferente a nosotros. Normalmente la respuesta más sencilla es la verdad. Te propongo que la próxima vez que te frustres lo mires de otra forma, pienses por qué ha pasado y aprendas de ello para que no vuelva a pasar.
Wing Chun o cómo aprender de la frustración
Cualquier faceta de nuestra vida es propensa a que nos frustremos, pero el Wing Chun es la que para mí ha sido la herramienta más poderosa a la hora de no sólo sufrirla sino de exponerme a ella y ser consciente de lo que es. Espero que no os importe que lo exponga mediante un ejemplo muy personal: una clase de Wing Chun como cualquier otra.
Una clase de Wing Chun suele ser como sigue: llegas, saludas al profesor y a la gente, bromeas, te cambias, calientas —unos más y otros menos—, empiezas a practicar las formas y luego otras prácticas por tu cuenta, el profesor te corrige si procede —estando más pendiente si eres más novato— y en algún momento se hacen ejercicios comunes que propone el profesor o libres. De los últimos siendo el más normal de ellos ChiSao, del que hablaremos más en profundidad y que suele ser algo así.
Dos compañeros de clase practicando ChiSao. Parece simple, ¿verdad?
Ya sabéis que me encantan las cosas simples
Mientras tanto el shifu intercalará algunas enseñanzas, trucos y correcciones. Cuando el nivel es similar, el ChiSao suele ser muy parejo, y cuando hay bastante diferencia uno de los “hermanos kungfu” también puede enseñar cosas al otro. En Go está claro porque existen rangos muy fiables, en Wing Chun todo se difumina porque los niveles no son tan claros. Y aquí es donde, según con la persona que practicara, se desbocaba en mí un caudal de emociones muy intenso. Puede que esa persona no sepa enseñar, o que lo haga de una forma muy diferente a tu maestro o que diga cosas que a ti, en tu conocimiento, te parezcan falsas. Puede que en vez de creer en “sonreír y decir las cosas de buenas maneras” crea en “la letra con sangre entra”. Estamos practicando un arte marcial, por muy filosófico que sea y las aplicaciones que tenga te está preparando para defenderte y pelear, a veces se escapa un puñetazo o golpe mal calculado o alguien se pasa de brusco. Para qué engañarnos yo de pequeño nunca he sido de pelearme y simplemente no aceptaba las enseñanzas de esta persona, tenía un estilo muy particular y diferente y no entendía por qué mi shifu no hacía más que ponerme a practicar con él cada día. Peleaba, contestaba, intentaba contraponer lo que yo sabía a lo que sabía él, pero él sabía más. Aun así no daba mi brazo a torcer y me iba sin aprender nada y poco menos que enfadado.
Hasta que un día tuve una “iluminación”, no voy a pensar en bien o mal, sólo voy a hacer, abrir mi mente sin juzgar aquello que veo o me pasa, y al menos le daré el beneficio de la duda. Me di cuenta de que este “hermano kungfu” practicaba conmigo cuando podría estar haciendo cualquier otra cosa y aprender con alguien más avanzado y su experiencia en artes marciales era larga y variada. Si digo la verdad no sé por qué insistía tanto en practicar conmigo, ¿me parezco a su hermano pequeño? quizá algún día le pregunte. Comprendí que no significa que aceptes todo lo que te llega, incluso lo útil tendrás que cambiarlo para poder usarlo, pero que no lo descartes de antemano por prejuicios, creo que esto lo describe perfectamente:
Adapta aquello que es útil, rechaza lo inútil y añade lo tuyo propio.
Bruce Lee
No fue cosa de un día, pero poco a poco empecé a apreciar a esa persona, su dedicación, cómo enseña, su forma de expresarse, ni mejor ni peor, diferente. Es cuando comprendí que un arte marcial es algo muy personal, no hay una forma buena, sino la que mejor se adapta a ti. Por eso al enseñar hay muy pocas verdades absolutas y un buen shifu debe saber hacerte crecer en base a esto.
No voy a decir que esta persona ahora sea mi mejor amigo, pero le aprecio y respeto, muchas cosas no las hace como yo pero sé que no por ello está mal hecho y si quiero demostrarle algo tiene que ser probándole que funciona.
Cuando alguien sabio entiende que está haciendo algo mal preguntará a su peor enemigo para aprender.
Esta sensación de “haber encontrado” es un proceso interno, no pasa de la noche al día, ni siquiera en años, pero puede haber una experiencia concreta que lo ponga “todo en su sitio”. En Wing Chun nuestro estilo viene determinado por nuestro físico —ser más o menos grande y fuerte— y nuestro carácter —más o menos agresivo— y quiero creer que en la vida hacemos todo con nuestro propio estilo determinado nuestras circunstancias y experiencias previas o intuiciones. Ahora cuando afrento una situación similar intento calmarme, tomármelo con buen humor y aprender.
¿Has tenido alguna experiencia similar? ¿Qué funciona para ti?
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